El croissant es un bollo típico francés famoso por todo el mundo por ser uno de los alimentos más deseados para el desayuno. Se puede comer tal cual, sin ningún condimento o añadido extra, pero en este artículo te mostraremos algunas recetas para hacer que tu bocadillo de croissant sea lo más variado posible y disfrutes de su sabor en cada momento del día.

El croissant en sí mismo es dulce, aunque hay algunos que no lo consideran de este modo y afirman que podría ser un alimento salado. Todo es posible dependiendo de qué elementos añadas en su interior, como la masa para hacer pizza que dependiendo de los condimentos que pongas, jamón, queso, crema de chocolate, fresas… puede ser dulce o salada.

Para la opción dulce. El croissant se suele comer en desayunos o meriendas, aunque también hay quienes se comen un par de mini croissant después de cada comida para cerrar con un toque dulce. Para potenciar ese sabor dulce recomendamos dividir el croissant en horizontal, añadir tu mermelada favorita (frambuesa, melocotón, fresa), cerrarlo y saborear cada mordisco. Otra opción es añadir chocolate derretido o dulce de leche con trocitos de fresa, plátano, kiwi, naranja, etc.

Para la opción salada. Para esos casos en los que no sabes qué preparar para cenar o vienen tus amigos a casa… El croissant te saca de apuros siendo un alimento que a todos gusta en sus infinitas variedades. El plato estrella es añadir, después de partir horizontalmente el croissant en dos, jamón y queso. Lo metes todo en el horno durante unos minutos y ¡Bualá! Éxito asegurado y cena salvada. Para las comidas lo más popular es crear tu propio bocadillo de croissant vegetal con lechuga, tomate, queso fresco y huevo duro.

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